domingo, 29 de enero de 2012

Los hombres de mis amigas

Publicado por siluetas en 0:21

Juré que hablaría de los hombres de mis amigas después de asegurarme de que ninguna de ellas conocía la existencia de mi blog. Prueba no superada. No he podido reprimir la tentación y les he hablado de él. Contrariamente a lo que me pensaba, están encantadas con el tema y me han insistido en que “a ver cuando hablas de los hombres de tus amigas”. Pues bueno, pues vale, pero después no vengáis a reclamar. Vosotras lo habéis querido.

Alguna vez me he preguntado por qué las mujeres siempre acabamos con el mismo tipo de hombre. Me agota ver cómo muchas de mis amigas caen de manera compulsiva en el mismo topicazo de hombre, por mucho que hayan renegado del anterior. ¿Por qué? Porque nosotras, mal que nos pese, también somos un topicazo con patas y nos complementamos con una tipología determinada.

Así que ahí van. Iremos actualizando.



Señor Alcántara. No es solo que cumpla el rol de padre, es que es un padre de los años 60. Aburrido, gris, con un trabajo estable pero poco creativo. Gruñón y generalmente escorado a la derecha. Te reñirá como si tuvieras cinco años, y no te castigará sin postre porque con tu doctorado y tus arrugas queda feo, pero la mirada de desaprobación es la misma. Te sumirá en una apatía continua, pero te dará seguridad. Eso es lo que los salva. Su encefalograma plano no cambia y te aporta la falsa sensación de estabilidad. Suelen ser escogidos por mujeres activas e inestables con un complejo de Edipo a tratar.

El Peter Pan. Guapetón, simpático, sociable, seductor. Es un experto encantador de serpientes. Caes rendida a los pies de sus ademanes a la primera de cambio. Es el rey del planeta, pero se las ingenia para hacerte sentir especial, escogida por el Mesías para compartir algo de su tiempo con él. ¿Cómo negarte? ¿Cómo rechazar ese regalo? No te engaña: él no busca “que elijas su champú”, como diría Sabina, pero sus gestos son contradictorios y la acabas liando. Resultado: enganchada como una colegiala a un espejismo, tú, la dama de hierro. Suelen tener profesiones artísticas, y el 80% son músicos o dicen serlo. Son expertos vendedores de sí mismos, y magnifican sus hazañas a la máxima potencia. Cuando escarbas (si es que llegas a ello, los espejismos es lo que tienen, no duran mucho…) descubres que todo es fachada: en realidad son unos chupópteros que han vivido de sus padres hasta que han podido vivir de sus parejas. Y todo gracias a ese don de camelar a la gente. Dar un palo al agua es un concepto que no conocen, pero así y todo van de “saber de la vida”. Agotadores. Briconsejo del día: cuando veáis que coge una guitarra, huid como posesas. Después no digáis que no os avisé.

El melancólico profesional. Vive en una eterna canción de cantautor. Medio soñador, medio maniaco depresivo, medio sociópata. Esconde su egocentrismo bajo una capa de tristeza perpetua. Siempre ausente, siempre “queriendo-cambiar-algo-en-su-vida-que-no-sabe-lo-que-es”. Estos son nuestra perdición. Ese aire de perrito abandonado nos vuelve locas sobre todo a las que tenemos el complejo de asistenta social algo desarrollado. Nos hacemos la ilusión de que podremos sacarlos de ese limbo de búsqueda perpetua, de ese mundo de secretos. Pero no te engañes: simplemente te arrastrará a su universo de relativismo con la pequeña diferencia de que tú allí no cuentas ni para quejarte. El de los problemas filosóficos es él. De ti se espera que estés a su lado, pero sin hacer demasiadas preguntas, sin saber demasiado. Que respetes, que lo respetes todo: los cambios de humor, los espacios, los silencios, las ausencias. Una enfermera gilipollas, enhorabuena.

La mascota. Un Yorkshire de esos que se llevan en el bolso y un novio así cumplen básicamente la misma función: enseñárselos a la gente y pasearlos. Guapo a rabiar y sumiso hasta niveles que el ser humano parece desconocer. Y no por bondad,  no os creáis, sino porque es más tonto que una zapatilla. Ella es la que lo decide todo: la ropa, la decoración de la casa, dónde van a cenar el sábado, la iglesia para la boda, dónde pasan las vacaciones… A él ya le va bien: no necesita pensar y su vida discurre en una paz absoluta únicamente rota por algún que otro grito de la mamá-novia cuando se porta mal. Ella, por su parte, lo presenta en sociedad como se presentaría a un niño tonto, con frases tipo: “No hago vida de él” o “Me come muy mal” (en el sentido más infantil del término, of course). Escalofriante, lo sé, pero cabe decir que estas parejas suelen ser las más duraderas. Tienen los rols tan definidos que no podrían vivir el uno sin el otro. No hay lucha de papeles, cada uno llega con el suyo aprendido y la vida consiste en representarlo lo mejor posible. Quien los entienda que los compre.

El ‘Brady’. ¿Recordáis aquella serie mítica, “La tribu de los Brady”? Conocéis la tipología, ¿no? Esas familias americanas perfectas en las que todo se arregla por asamblea popular, que los padres guays aconsejan a sus hijos sobre métodos anticonceptivos y los hermanos y primos salen de fiesta juntos y felices. Si te enamoras de un miembro de estas sectas domésticas lo tienes crudo, hermana. Ahí solo se entra para morir dentro, cual monje contemplativo. Acéptalo rápido y no te autoengaños pensando “él es diferente a su familia” o “yo podré cambiarlo”: no estás saliendo con un chico simpático y guapo, estás saliendo con una familia amish al completo. Van en pack, y en el mejor de los casos, te invitarán a formar parte de él —después de interrogatorios y pruebas de acceso que ríete tú del CNI—. Y claro, como está feo estar ‘celosa’ de su familia no te podrás quejar cuando tú seas el segundo plato en lo que a decisiones se refiere. Las vacaciones son en familia (con la suya, evidentemente), los fines de semana toca ir a comer a casa de la suegra, que por supuesto cocina mil veces mejor que tú y plancha las camisas que es un primor… Cosa, por otra parte, que no será ningún problema de desplazamiento, porque viviréis en la misma calle que ellos, si no en la misma finca. Todo irá bien hasta que tú insistas en contraprogramar algún plan. Aquí el ejército de defensa familiar se lanzará a tu yugular y no esperes defensa por su parte. Recuerda, eres tú la forastera. O te adaptas o te vas para casa, y yo te recomiendo encarecidamente la segunda opción.


Mr. Big. Y, finalmente, nuestro Mr. Big particular, nuestro talón de Aquiles. Cada una tiene el suyo, personal e intransferible. Puede pertenecer a cualquiera de las tipologías anteriores, pero no lo sabemos o no nos importa. No es perfecto, y nos sienta mal: A algunas las anula, a otras les saca lo peor de sí mismas, a otras les hace olvidarse del mundo exterior… Da igual, volverás a él tantas veces como el karma te lo ponga delante, porque es tu punto débil. Pasarás por épocas en las que crees haberte desenganchado, pero algo cambia en tu vida y… zas. Ahí vuelve a estar. Seguramente no envejeceréis juntos a la manera tradicional, pero reconcíliate con el destino porque lo vas a tener ahí toda la vida.


3 comentarios:

Unknown on 29 de enero de 2012, 7:28 dijo...

¿Hasta que punto es malo ser hombre y verte reflejado un poco en cada una de las posibilidades? Es grave, doctora?

toayita on 29 de enero de 2012, 17:32 dijo...

Ay, niña, qué bien nos lo vamos a pasar cuando vengas. Voy a comprar mucho vino, que no se nos seque la garganta de hablar :P

siluetas on 30 de enero de 2012, 9:15 dijo...

Piñata: Idò t'ho hauries de fer mirar, rei... Tots? N'hi ha que no te peguen gens! :)

Toayita: Tendremos que volver a hacer otro post con nuevas tipologías... :D

Publicar un comentario

 

Algún día contaré esto sobre un diván Copyright © 2012 Design by Antonia Sundrani Vinte e poucos