jueves, 24 de noviembre de 2011

¿Y a ti qué te hace llorar?

Publicado por siluetas en 23:24 3 comentarios




Hace algún un tiempo, dirigía un programa de entrevistas de esas rollo íntimo a lo Loco de la Colina. Todo muy de compadreo y con una iluminación “sensual”. Solo nos faltaba cogernos de las manos y declararnos amor eterno. Y os puedo asegurar que alguna vez estuve tentada a hacerlo. Qué coño, yo hacía la producción y ya me encargaba de traer buenorros interesantes. La cuestión es que los invitados salían encantados de allí porque les había dejado hablar “de su libro” a sus anchas y no les había puesto en ningún aprieto.

O tal vez sí, aunque no se dieran cuenta. La última parte de la entrevista era un cuestionario a lo Proust de preguntas breves. Y una de mis favoritas era: “¿Qué es lo que te hace llorar?”. Hubo respuestas de todo tipo, claro, y llegó un momento que me hice el mismo cuestionario a mí misma. ¿Qué me hace llorar?

Soy llorona. Lloro con mucha facilidad y por tonterías. Además soy incapaz de controlarlo. Y a todo esto, se me caen dos lágrimas y mi cara se transforma en la de un monstruo (es decir, más monstruo todavía). Y esto contrasta con la imagen de dama de hielo que me he ido forjando con los años. ¡Si la gente supiera!

Y es que no soportamos el llanto de los otros. Nos hace sentir incómodos. Preferimos que alguien se desangre delante de nuestras narices que enfrentarnos a alguien que llora. Por eso las mujeres solemos utilizarlo como último recurso para salir ilesas de una discusión. Mal, muy mal, por cierto. Pero también muy mal que las lágrimas ajenas nos incomoden más que las propias.

Séneca decía que la mejor causa para llorar era no poder llorar. No lo acababa de entender hasta que comprendí que no sé llorar de tristeza. El dolor me bloquea, me paraliza, me seca por dentro. He vivido muertes muy cercanas, y he sido incapaz de llorarlas. Fue un tema que me preocupó durante algún tiempo: ¿Soy una sociópata? ¿Debería fingir el llanto? Ahora sé que no, y lo acepto.

"Estoy impresionada, pero no puedo llorar..." (Lucía y el sexo)

Yo lloro, principalmente, de impotencia y de emoción. Reconozco que la primera es fruto de mi generación, esa que no comprende el fracaso, que no lo tolera, que le cuesta aceptar las dificultades de la vida. Resiliencia, creo que lo llaman. Lloro cuando no encuentro una salida, cuando me siento inútil, cuando la pifio tanto que sé que ‘eso’ en concreto no tiene marcha atrás. También lloro ante el sufrimiento estéril de los otros, pero nunca del mío. Ese me deja vacía, inerte.

Y lloro por banalidades que me emocionan: ¿Que Rafa Nadal gana el Roland Garros y se abraza a su padre como si no hubiera mañana? Lloro. ¿Que un hombre se reencuentra con su familia 30 años después? Lloro. Vaya lloreras que me pegaba yo con Sorpresa, Sorpresa, madre.

A mí estas cosas me pueden...

Y llorar por llorar, el más terapéutico. En el coche, principalmente. Sin querer saber muy bien por qué, sin psicoanalizar demasiado el llanto. Con la certeza que estará limpiando algo que todavía no sabes que está sucio. 


sábado, 19 de noviembre de 2011

Manual para mentir

Publicado por siluetas en 23:47 4 comentarios

La red está llena de consejos para descubrir a los mentirosos. Pero muy pocos o ninguno para aprender a mentir. Y reconozcámoslo: Pasamos más tiempo de nuestra vida intentando mentir que intentando descifrar mentiras.

Frecuentar los Cerros de Úbeda es otra forma de mentir
 Mentir no es malo de por sí. No soy de las que creen en una verdad desnuda y descarnada a cualquier precio. No. Soy periodista y sé que entre lo que llamamos mentira y verdad hay un océano inmenso en el que no todo es malo. De hecho, en ese espacio están los silencios cómplices, las “mentiras piadosas”, los adornos/manipulaciones de la verdad… Mi lema es: Si la verdad va a causar más daño que bien va a aportar, piénsatelo.

Y después están mis favoritos. Los que proclaman a quien quiera escucharlos que “ellos son sinceros ante todo y cueste lo que cueste”. Vete a la mierda tú y tu verdad. Tú lo que eres en realidad es un egoísta sin habilidades para estar en sociedad. Ni siquiera la amistad te otorga una patente de corso para decir todo lo que se te pasa por la cabeza sin filtro. No señor.

Mentir es un arte, que como todos, se puede aprender pero que tiene una parte importante de don. O naces con una gracia especial para mentir o no naces. Si es la segunda opción solo podrás aspirar a ser un buen aficionado, pero no esperes llegar a master. ¿Qué tiene que tener un gran mentiroso? Dos cosas: rapidez mental y memoria de elefante. Si te fallan una de las dos, no sigas, vete al rincón de pensar y escribe 100 veces “Decir mentiras está feo”.

Pero bueno, a lo que íbamos, que me lío. He aquí algunas técnicas que os serán de utilidad.

1. En primer lugar, calibra tus fuerzas. No intentes mentir a un mentiroso profesional. Verá tus técnicas, porque son las que él mismo utiliza, y harás el más espantoso de los ridículos. Lo mismo pasa con los expertos en lenguaje no verbal. Podemos controlar ciertos aspectos, pero no todos. Si viene este hombre y te mira a los ojos, desármate, anda.


2. No adornes demasiado las historias o entrarás en contradicción. Apóyate en una base de verdad y a partir de ahí innova. Por ejemplo, has quedado con alguien que no quieres revelar. Utiliza como apoyo el lugar real donde has estado, y ahí sí que te puedes explayar en los detalles.

3. Lo típico: Empiezas una mentirijillas, ves que se la están creyendo y te flipas. Al final el culebrón es tan complicado y difícil de mantener que la lías. La sencillez es tu amiga y, como en los juicios, no respondas a lo que no te han preguntado, a no ser que seas capaz de hacerlo con naturalidad.

4. Cuidadín con la mirada. Manténla al frente, sin parecer un psicópata medicado, pero firme. No bajes los ojos (sabrán que estás mintiendo) ni mires al cielo (verán que te estás inventando una historia).

5. Lo mismo con las manos. Nada de tocarse el pelo, la nariz, los pendientes, jugar con los anillos… Las manos encima de la mesa, donde yo pueda verlas.

6.  Este consejo es para nivel experto: Duda con los horarios y los lugares (Ejemplo: “Llegué a las 4… mmm… no, eran las 4 y media). Si lo haces bien, le da mucha verosimilitud a la historia.

7. Mentir está feo, lo sabemos. Mentir hace llorar al Niño Jesús. Así que no lo cojas por costumbre. Usa estas técnicas como último recurso y, sobre todo, no te conviertas en un mentiroso compulsivo. Te acabarán cogiendo y perderás toda la credibilidad que te venía de serie. Y de esa no venden recambios, chato.



8. Esta última técnica ya es para masters del universo de la mentira. No lo hagáis en casa sin supervisión de un mayor de edad. Se trata de la variante de mentira que he titulado “hacer-que-la-verdad-parezca-tan-absurda-que-parezca-mentira” —sí, soy la reina poniendo títulos, lo sé—. Supongo que no necesita explicación. Requiere mucho entrenamiento pero además de efectivo, te echas unas risas. Un ejemplo exagerado: Esas mujeres que llegan a casa y, a la pregunta de su marido de dónde han estado, responden: “Zumbando con mi amante”. Y se quedan tan panchas. Y el bueno del marido se parte de la risa con las ocurrencias de su amada esposa. 

Y eso es todo. Pensaba hacer un decálogo pero no se me ocurren más consejos. Una vez más, recordad que todo esto no tiene por qué ser autobiográfico, así que no vengáis con las antorchas a quemarme por bruja todavía.

God natt!

jueves, 17 de noviembre de 2011

Hablar de hombres

Publicado por siluetas en 23:21 0 comentarios

Puede que el deporte nacional de los hombres sea el fútbol. Pero sin duda el de las mujeres es quedar-a-comer-para-hablar-de-hombres. Eso es así. Calorías no es que perdamos muchas, pero lo a gusto que nos quedamos no tiene precio. 



Hay diversos tipos de reuniones:
  • La brainstorming, que es cuando cada una lleva un hombre en la cabeza para despotricar y se buscan similitudes. La frase más repetida suele ser: “Pues anda que el mío…
  • El monográfico. Si uno de los hombres la ha liado muy parda, se le dedica toda una sesión. Al interesado solo decirle que vale más que vaya cogiendo caminito hacia el otorrino, porque ese pitido de oídos muy bueno no puede ser.
  • El monográfico positivo. Es una variante del anterior. Sucede cuando un hombre nuevo ha entrado en la vida de una de las participantes. Se le concede el beneficio de la duda —que para eso somos democráticas y liberales— y se cantan sus virtudes con devoción. El sujeto en cuestión suele incorporarse después a la brainstorming, no os creáis.
  • El desvarío. Por alguna razón no apetece hablar de maromos concretos (sus razones tendrán, pero son mujeres, saben disimular), así que la idea es poner a parir a toda la raza masculina sin excepción barajando la opción del lesbianismo y jurándonos (con sangre, saliva o lo que haga falta) que no volveremos a caer en sus redes.

Porque sí, las mujeres SIEMPRE hablamos de hombres. Y de sexo. Nos inflamos a hablar de sexo, habitualmente en una proporción inversa a cuanto lo practicamos. O no. Pero hablar hablamos. Hasta debajo del agua.

Sexo en Nueva York


Y hablando de sexo, me hace mucha gracia cuando oigo decir que las mujeres somos complicadas, que no se nos puede entender. ¡Coño, cómprate las temporadas de Sexo en Nueva York! Hombres del mundo: Solo hay cuatro tipos de mujeres en el mundo, una por cada protagonista de la serie. En mi grupo amigas de toda la vida, las de parvulitos, somos cuatro, una Carrie, una Miranda, una Samantha y una Charlotte. Así que no es tan difícil. Identifica cuál es el modelo de mujer que es y ya te avanzo yo si quieres los movimientos de la fémina. Así de simple.

Pero a lo que íbamos. Que las mujeres hablamos muchísimo de sexo. Es lo que se llama sexo oral, creo. Comparamos resultados, reacciones y sensaciones. Comprobamos que “aquelloquepasó” es normal, que no somos raras si… ¡Horas de diván que nos ahorramos gracias a las reuniones de chicas!

En el próximo post hablaré de los hombres de mis amigas, después de comprobar que ninguna de ellas ha descubierto la existencia de este blog. Los tiros irán por aquí:



Laila tov! 

Declaración de intenciones

Publicado por siluetas en 7:30 5 comentarios
Pues ya estoy aquí. ¿cuándo empieza esto a darme dinero y a hacerme famosa? ¿Eh? ¿Eh? ¿Cómo? ¿Qué dices de esfuerzo y constancia? ¿Ingenio? Yo es que de todo eso no gasto, ¿sabes? ¿Cómo se da de baja la cuenta?

Bueno, pues eso, que ya he llegado al apasionante mundo de los egoblogs (valga como declaración de intenciones). Entrad, poneos cómodos y tened paciencia. No os aseguro regularidad, ni siquiera una nueva entrada (es lo que tenemos los superdotados, que somos poco constantes). Tampoco prometo escribir cosas interesantes ni ingeniosas, porque mi vida no da para mucho.

Aviso que no se devuelve el dinero de la matrícula ni se aceptan reclamaciones. En todo caso insultadme en los comentarios, que me han dicho que es muy de estrella bloguera. Lo único que pretendo es dar salida a toda esa paja mental, elucubraciones, traumas e historias surrealistas que me costarían un riñón y medio en sesiones de psicoterapia. Esto es gratis, así que, oye, por poco que sirva…

Deseadme suerte.
 

Algún día contaré esto sobre un diván Copyright © 2012 Design by Antonia Sundrani Vinte e poucos