Muchas veces se nos ha tildado de huraños y cerrados. En absoluto. Si algo caracteriza al mallorquín es la discreción, que no es lo mismo. No somos cerrados, solo algo reservados y muy prudentes. Por eso nos sentimos tan fuera de lugar cuando visitamos otras localidades de esta nuestra nación en la que nos reciben con los brazos abiertos y a grito pelao nos declaran su amor incondicional. Mentira cochina. Un sevillano, por ejemplo, un día me dijo: “Cuando hace una semana que estás en Sevilla te parece que hace diez años; y cuando hace diez años que estás en Sevilla, parece que hace una semana”. Es decir, que el afecto no tiene nada que ver con el histrionismo, ese gen del que carecemos completamente los mallorquines. Si vienes como turista, te vamos a tratar correctamente, que para eso somos los master del turismo del universo, y si quieres venir a vivir aquí, serás bienvenido siempre que estés dispuesto a compartir nuestra manera de ver la vida, nuestra lengua, nuestra tranquilidad mediterránea.
Una manera de ser, por otra parte, muy isleña. Desde los fenicios y antes hemos acogido a todo hijo de vecino que se echaba al mar y nos encontraba ahí plantados en un punto estratégico del Mediterráneo. Y todos se quedaban, tú, será por el clima. Así que el mallorquín aprendió a ser algo camaleónico en el buen sentido de la palabra. Aceptó con resignación toda ‘invasión’ más o menos pacífica y creó un espacio propio donde solo entraban los que ellos decidían. Una forma de supervivencia como cualquier otra. Y cuando hablamos de colonizaciones nos referimos tanto a la dominación Islámica como al desembarco masivo actual de alemanes borrachos, no te creas.
Mallorquines ilustres que ha dado esta tierra |
Algunos afirman que todo ello ha creado un complejo de inferioridad, una falta de autoestima que se refleja en su poca gracia natural. No lo creo. La templanza y la sobriedad es la forma que han elegido para tratar por igual a todos los que se acercan a su tierra. No es antipatía, es sentido común y pragmatismo.
Te prometía “consejos” para tratar a los autóctonos, pero más bien será uno solo: Respeta su espacio. Mallorca no es un lugar para confraternizar con sus habitantes. No, porque están hartos de recibir visitas; han aprendido a tolerarlas, pero no les pidas más efusividades de las que la estricta educación plantee. Además, ¡no lo necesita! Sabe que es custodio de un paraíso, no importa que se lo repitas, tú intenta dejarlo igual que lo encontraste.
Y si lo que quieres es hacer un proyecto de vida aquí, en esta privilegiada porción del planeta, nos parece genial. Sería ridículo hablar aquí, en este crisol de culturas, de ‘pura raza’, así que no nos preocupa excesivamente. Intenta tolerar nuestra lengua y ya eres un mallorquín más. Intégrate poco a poco, no quieras hacerlo todo el mismo día. Respeta nuestros tiempos, somos como velociraptores: los movimientos bruscos nos despistan, así que poco a poco. No hay nada que soportemos menos que el compadreo gratuito. Lo dicho, poco a poco. Y con buena letra.
4 comentarios:
molt bona i encertada dissertació, si senyora!
Me encanta el paisaje de Mallorca, pero no la gente que lo habita.
Ni mejores ni peores, simplemente no me dicen nada.
Si no te decimos nada será porque no te lo has merecido
Mercedes a veces es mejor no decir nada...dice el dicho " hacer amistad con el ignorante es tan tonto como discutir con el borracho"... y como dice El Casta... para los que os vais... compra un ensaimada y nos dejas unos euros maja!
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