Amigos a los que empiezas a echar de menos antes de que se
vayan.
Amigas que cruzan el Mediterráneo para cenar contigo porque
te echan de menos y saben que tú las echas de menos.
Amigos que te ofrecen manos para las mudanzas, y que muy a
menudo olvidas agradecérselo.
Amigas que te abren la puerta de su casa en Nochevieja con
un daikiri y te prometen que el año que viene nos irá mejor.
Amigos que te miran a los ojos y te dicen: “Tú antes
molabas”. Y reconoces que últimamente te estás poniendo un poco tonta.
Amigas que se cuelan en el backstage de tu cantante favorito
en otra ciudad, y le explican detalladamente al sufrido cantante cómo nos
conocimos y por qué tiene que poner “Cris3” en la dedicatoria.
Amigos que te regalan gatos y luego no te pasan la pensión
ni ná.
Amigas que demuestran que se puede ser una gran madre sin
creerse la protagonista de No sin mi hija.
Amigos que son el amor de tu vida… pero que están ocupados
con el amor de su vida.
Amigas homologadas como “hostiadoras profesionales”.
Amigos que superan con creces tu humor cínico y negro.
Amigas con las que comes como si no hubiera mañana sin
ningún complejo.
Amigos con derecho a roce.
Amigas que respetan que hay cosas de tu vida que son solo
tuyas.
Amigas que te explican, con muchísimo tacto, que con ese
vestido pareces una morcilla de Burgos… y que en otro momento te convencen de
que eres el ser más impresionante que ha parido madre.
Amigos que te dan las llaves de su casa sin quitar ninguna
del llavero.
Amigas que están a tu lado, incluso cuando preferirían estar
en otra parte.
Amigos que te conocen perfectamente, y aun así te quieren.
Yo sí creo en la amistad. En la que es para toda la vida.
Porque si no ya me dirás qué gracia tiene seguir en este planeta…